Senegal es un país de colores, amplias sonrisas y niños. Sobretodo niños.
Hoy, detrás de tanto paisaje liso y quieto, nos hemos topado con miles de ellos.
Se agrupaban alrededor nuestro, felices de vernos. Como si nos conociesen de siempre.
Hemos tenido que descubrir, que los Talibe, con una lata en la mano, tienen que devolverla llena todos los días a cambio de comida. Y es que sus padres, que llegan a tener hasta cuatro mujeres, tienen demasiados hijos, y no pueden mantenerlos.
En la carretera hemos parado el coche de un frenazo para rellenar la botella de agua a unos cuantos niños que salían gritando de un poblado.
De que tenían sed, se dió cuenta el conductor.
Nosotros pensamos que levantaban la botella en alto porque estaban jugando.
Luego supimos que cuidaban el ganado durante semanas.